La situación en Estados Unidos y el mundo es muy triste. A pesar de la historia que debería ayudarnos a no repetir errores como la dominación y discriminación, seguimos cayendo en lo mismo. Se justifican actos con frases como “cumplir con la ley” o “proteger a la ciudadanía”, pero muchas veces son solo excusas motivadas por odio racial.
Desde enero hasta junio de 2025, ICE ha aumentado mucho las detenciones de inmigrantes sin antecedentes penales, pasando de 860 a 7,800. Se persigue a personas inocentes, trabajadores, madres y niños, acusándolos de ser delincuentes sin evidencia. Donald Trump promueve una narrativa contra inmigrantes, desinforma y lanza órdenes que generan redadas masivas, convirtiendo a personas en objetivos de odio.
En Los Ángeles, desde el 6 de junio, la vida diaria se ha vuelto una batalla, con agentes deteniendo personas en escuelas, hospitales, y otros lugares. Hay miedo, violencia institucional y toques de queda. Además, el gobierno ha desplegado la Guardia Nacional y marinos en Los Ángeles, algo que no sucedía desde 1965, extendiéndose a otros estados con amenazas de arrestar a gobernadores.
Las consecuencias son terribles. Niños defienden a sus padres en tribunales, personas heridas y despojadas de sus hogares, y la violencia sigue creciendo. Esto recuerda la persecución del pueblo judío en Alemania hace casi un siglo. No se trataba de inmigrantes hispanos, pero el patrón es el mismo: odio y una maquinaria burocrática destructiva.
Las protestas no cambiarán las mentes racistas, y la violencia solo agrava la injusticia. Es vital que representantes internacionales y diplomáticos condenen estos hechos y denuncien las violaciones a los Derechos Humanos. México debe ofrecer asistencia humanitaria, y su presidenta debe usar el diálogo para proteger los derechos humanos y evitar la militarización.
Si no actuamos con inteligencia y valentía, no con armas, enfrentaremos una catástrofe. Volveremos a un tiempo de barbarie del que ya habíamos salido. No permitamos que eso ocurra de nuevo.
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